Cada miedo guarda un umbral que te trae noticias acerca de ti mismo. No es solo una barrera: es también una puerta. Pero esa puerta no se abre con fuerza… se abre con amor.
Has aprendido a mirar tus temores como enemigos, pero ¿qué pasaría si fueran mensajeros? ¿Y si eso que te duele no quiere herirte, sino ayudarte a recordar algo que olvidaste de ti?
El amor no exige que desaparezca el miedo. Solo pide que no te des la espalda cuando más te necesitas.
Hoy es un buen día para encender una vela interna, mirar hacia dentro y decirte: “Estoy aquí. No voy a huir de mí.”
No necesitas respuestas ahora. Solo estar presente, sin juicio, mientras que silenciosamente algo en ti comienza a transformarse.
Cierra los ojos… Respira profundo. Llévate la mano al pecho. Nombra en silencio eso que te asusta… y luego, suavemente, respóndele:
“Te veo. Estoy contigo.”
Eduardo Cuevas